Júbilo en El Salvador: canonizan a Oscar Arnulfo Romero

Su compromiso con los pobres lo puso en la mira de los militares que controlaban el país.

Ante unas 70,000 personas congregadas en la plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa Francisco proclamó el domingo santo al arzobispo de San Salvador Oscar Arnulfo Romero, asesinado en marzo de 1980 por un escuadrón de la muerte mientras oficiaba misa.

El ya conocido como "San Romero de América", voz de los pobres y los oprimidos, fue canonizado en una ceremonia en la que también elevó a los altares a otros seis beatos, entre ellos el papa Pablo VI y la monja nacida en España Nazaria Ignacia March, que realizó toda su labor en Bolivia.

Mientras, y con una colorida vigilia, acompañada con cantos populares que cuentan el martirio de Romero, miles de feligreses salvadoreños y extranjeros celebraron la canonización en la capital, San Salvador.

Más de 10 pantallas gigantes, colocadas en una plaza frente a la catedral de San Salvador, permitieron que los miles de devotos vivieran paso a paso la ceremonia en que monseñor Romero fue elevado a los altares por el papa Francisco en el Vaticano.

“Estoy gozosa, este es el día más feliz de mi vida, por fin monseñor Romero es declarado santo”, dijo a la AP María Tolentina Martínez, que junto a un grupo de amigos se ubicaron en una posición que les permitía ver y escuchar con claridad lo que ocurría en Roma. Por más de diez horas no se movieron del lugar.

La mujer de 45 años y sus amigos llegaron desde la mañana del sábado a la plaza ubicada frente a la catedral de San Salvador, que poco a poco fue ocupada por miles de feligreses. “Nada nos podía detener, nada, ni la lluvia, ni el frío, nada”, agregó.

José Martínez, su esposa Josefa y sus dos pequeños hijos, también expresaron su felicidad por la canonización de Romero.

“No podíamos quedarnos en casa en este momento histórico. Quiero que mis hijos conozcan a monseñor, a nuestro santo, que sepan que él fue un gran hombre, que levantó su voz para defender a su pueblo y por eso lo mataron”, agregó Martínez.

La plaza lucía esplendorosa y en lo alto del palacio nacional, ubicado a un costado de la catedral, extendieron un inmenso manto en que se leía. “Que mi sangre sea semilla de libertad”, palabras pronunciadas por Romero en marzo de 1980, a pocos días de que lo asesinaran.

Una joven que animaba la vigilia gritó a toda voz: “No lo mataron por amor, lo mataron por odio a la fe, Romero vive”, y todos aplaudieron.

Algunos creyentes llegaron muy temprano y montaron pequeñas tiendas de campaña, mientras que otros no tuvieron más que tirarse al suelo donde sea para descansar hasta que anunciaron que la ceremonia comenzaba, y todos corrieron a buscar los mejores lugares.

El Papa Francisco llevó el cíngulo -el cordón con borlas que se ata a la cintura- aún manchado de sangre que portaba Romero cuando fue asesinado por un comando de un disparo en el pecho el 24 de marzo de 1980, mientras oficiaba misa en el hospital de enfermos de cáncer La Divina Providencia, de la capital salvadoreña.

Además, se eligió una reliquia de Romero para ser expuesta en el altar durante el acto, junto a otra de Pablo VI.

Se trata de partículas de la costilla que le extrajeron al arzobispo salvadoreño durante la autopsia practicada tras su asesinato.

Francisco utilizó como es habitual la formula en latín para proclamar la santidad del obispo y pedir que fuese inscrito en los libros de los santos de la Iglesia.

Antes de la proclamación, el nuevo prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Becciu, presentó a Francisco la petición de canonización y leyó una pequeña biografía de cada uno de los nuevos santos.

De Romero leyó que "nació en 1917 en Ciudad Barrios (El Salvador) en el seno de una familia modesta, que a los 12 años trabajó en una carpintería y en 1930 ingresó en el seminario".

Entre otros puestos clericales, en 1977 "fue nombrado Arzobispo de San Salvador en plena represión social y política" y "el 24 de marzo de 1980, mientras oficiaba la misa con los enfermos del hospital, fue asesinado".

Después el papa pronunció la fórmula en latín para proclamar la subida a los altares de los nuevos santos, entre ellos Romero.

"Después de haber reflexionado largamente e invocado la ayuda divina, y escuchando el parecer de muchos de nuestros hermanos obispos, declaramos santos a los beatos...", leyó el papa argentino.

Y continuó: "Y les inscribimos en el Catálogo de los Santos, y establecemos que en toda la Iglesia sean devotamente honrados entre los santos".

Posteriormente, en la homilía pronunciada tras la proclamación de las canonizaciones, el papa dijo que Romero "dejó la seguridad del mundo, incluso su propia incolumidad, para entregar su vida según el Evangelio, cercano a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizado por Jesús y sus hermanos".

Contáctanos